... Te despertaste, pero no podías abrir los ojos. Intentaste moverte, pero tu cuerpo no respondía. No oías nada. Podías oler, y olía a pino mojado. Podías pensar, y te preguntaste: "¿Me han metido en una caja? Y si es así, morir... ¿era esto?"
... Notas que no sólo tú te has despertado, también lo ha hecho esa voz irónica que habita tu cabeza y a la que siempre has considerado algo así como tu conciencia (aunque sospechas que, en general, las conciencias de los demás son mucho más educadas que la tuya). “Claro que morir no es esto, estúpido”, gruñe, “despierta de una vez”. En ese momento una sacudida lanza tu cuerpo hacia arriba y tu cabeza choca contra una superficie dura. “Ouch”, gimes. Ahora puedes parpadear, pero sigues sin ver nada. Mueves los dedos de la mano y palpas una superficie suave, como de moqueta, debajo de ti. Mueves los pies, pero topan contra algo sólido. Una vez más, te preguntas: “¿Me han metido en una caja?”, mientras el olor a pino mojado se vuelve cada vez más familiar. Tu conciencia suelta una risilla despectiva. “Vamos, tontaina, tú puedes”, dice. Y entonces identificas ese aroma: ambientador de coche.
Estás en el maletero de un coche.
Carraspeas y, con cierto trabajo, consigues darte la vuelta hasta tumbarte sobre tu barriga. La cabeza aún te duele, pero no sólo por el golpe. Ahora empiezas a recordar: la borrachera con tus amigos en el bar. El paseo hasta la playa. El coche abandonado. La apuesta: “Venga, ¿a que no hay huevos de meterse en el maletero, tíos? ¿Quién se mete?”. La puerta que se atranca y no se abre. El forcejeo con el candado y las maldiciones. Los amigos que se van a buscar ayuda. Y el mareo, el sueño y la resaca.
“Te has quedado dormido, pringao, eso es lo que eres, un pringao”, susurra tu conciencia. Bostezas, cansado. Bueno, ahora sólo queda esperar a que vengan a rescatarte esos colgados, si es que no se han metido en otro bar por el camino, claro. Y entonces tu conciencia suelta otra risilla, malévola. Aunque tal vez no sea tu conciencia, sino tu cerebro, que te odia por ignorarle tanto. “Venga, hombre”, dice, “despierta un poco más... ¿no notas nada raro?”
Aguzas tus sentidos y, sí, es verdad...
El coche está en marcha....
Pero, además, ahora... cae.
... Notas que no sólo tú te has despertado, también lo ha hecho esa voz irónica que habita tu cabeza y a la que siempre has considerado algo así como tu conciencia (aunque sospechas que, en general, las conciencias de los demás son mucho más educadas que la tuya). “Claro que morir no es esto, estúpido”, gruñe, “despierta de una vez”. En ese momento una sacudida lanza tu cuerpo hacia arriba y tu cabeza choca contra una superficie dura. “Ouch”, gimes. Ahora puedes parpadear, pero sigues sin ver nada. Mueves los dedos de la mano y palpas una superficie suave, como de moqueta, debajo de ti. Mueves los pies, pero topan contra algo sólido. Una vez más, te preguntas: “¿Me han metido en una caja?”, mientras el olor a pino mojado se vuelve cada vez más familiar. Tu conciencia suelta una risilla despectiva. “Vamos, tontaina, tú puedes”, dice. Y entonces identificas ese aroma: ambientador de coche.
Estás en el maletero de un coche.
Carraspeas y, con cierto trabajo, consigues darte la vuelta hasta tumbarte sobre tu barriga. La cabeza aún te duele, pero no sólo por el golpe. Ahora empiezas a recordar: la borrachera con tus amigos en el bar. El paseo hasta la playa. El coche abandonado. La apuesta: “Venga, ¿a que no hay huevos de meterse en el maletero, tíos? ¿Quién se mete?”. La puerta que se atranca y no se abre. El forcejeo con el candado y las maldiciones. Los amigos que se van a buscar ayuda. Y el mareo, el sueño y la resaca.
“Te has quedado dormido, pringao, eso es lo que eres, un pringao”, susurra tu conciencia. Bostezas, cansado. Bueno, ahora sólo queda esperar a que vengan a rescatarte esos colgados, si es que no se han metido en otro bar por el camino, claro. Y entonces tu conciencia suelta otra risilla, malévola. Aunque tal vez no sea tu conciencia, sino tu cerebro, que te odia por ignorarle tanto. “Venga, hombre”, dice, “despierta un poco más... ¿no notas nada raro?”
Aguzas tus sentidos y, sí, es verdad...
El coche está en marcha....
Pero, además, ahora... cae.
10 comentarios:
Juas, la que faltaba! Ahora me da penita que se termine... amos, que un "sentiste miedo cuando... n° 16", o algo así tampoco estaría mal... Y si quieres llegar al 32, mejor todavía ;-)
Saludos!
Muy bueno, Eva. A mí se me erizarían los pelos...
Sentiría pánico y no sé cuántas cosas más.
Ya leí los anteriores, a cual más impactante.
Saludos.
Eso de que la conciencia suelte risillas es verdaderamente irónico. Ah, y hacía siglos que no veía escrita la palabra "tontaina". Gracias por contribuir al rescate de los términos moribundos.
Besos
Gracias, Cov y Livaex! La verdad es que ya tenía ganas de terminar la serie, se me ha hecho hasta larga :-S
Y en cuanto a Fer, no veo por qué es irónico lo de que la conciencia suelte risillas, si te llevas mal con ella y no le haces caso, puede actuar como una novia enfurruñada...
;-)
Y tú sí que eres irónico con lo de "tontaina"... que no está en desuso, por cierto...
Tontaina, ñaña :-P
Retruécanos, es verdad.
Una ves más, Eva me lo ha puesto a huevo para hacer publicidad de productos relacionados. Más sobre "entierros prematuros" aquí.
En formato audio, aunque sin demasiada calidad (era de los primeros que grabábamos): "Volverás", de un servidor...
Atiza, qué canguelo! :D
Cáspita, dejad de una vez de hacer mofa de mí, ¡malandrines! ¡bellacos! ¡tontainas!
:-P
Larga la serie?!?!?!?!
Niégolo, pardiez!
No larga, corta sí, señora Eva, de entre las mujeres la primera*
* Lo de "eva...primera", era sólo por la rima, que ya sabrás que Eva NO fue la primera mujer. Algún día te lo cuento en el blog.
Saludos!
Una resaca con factura muuuuuy cara... Con el miedo que le tengo a las alturas, pasaría del maletero a la caja de pino (literalmente me muero):p
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