Domenico Aristide, pintor aclamado, genio de la escultura y discípulo rebelde de Miguel Ángel, se ha retirado de la pugna que desde hacía tres años mantenía con su antiguo maestro para ver cuál de los dos era capaz de crear la figura más hermosa y perfecta.
Sabido es ya en Roma que Miguel Ángel terminó de esculpir hace apenas cinco días el Moisés que ornará la tumba de nuestro papa Julio II. Y los pocos elegidos que han tenido ocasión de ver la obra terminada afirman que su majestuosidad no tiene parangón. Su excelencia Lorenzo de Médicis asegura que la escultura es tan real, que pareciera tener vida propia; de hecho, según los rumores que circulan por la ciudad, al concluir el Moisés, el propio Miguel Ángel, en un gesto que podría calificarse de herético, golpeó la escultura en la rodilla y le ordenó que hablara, perturbado por el realismo de su creación.
También se rumorea que este episodio pudo ser el origen de la misteriosa locura de Domenico Aristide, quien desde entonces permanece encerrado en su palacete y se niega a recibir a nadie. Sus allegados han explicado a las autoridades que, un día después de que se anunciara la culminación del Moisés, Aristide les reveló que su escultura ya estaba casi terminada. Y no volvieron a verle.
Tras enviar varios emisarios a su residencia sin éxito, en la tarde de hoy, el padre Francesco ha conseguido hablar con él. Según nos ha informado, Aristide no come ni duerme desde hace varios días y permanece sumido en un extraño delirio. En la casa no hay indicios de escultura alguna y la única criada que sirve allí, una joven muy bella, pero al parecer sordomuda, no ha sabido indicar al padre Francesco su paradero.
En cuanto a la locura de Aristide, éste parece estar convencido de que ha cometido un horrible pecado, aunque no quiso que el sacerdote lo oyera en confesión. Las únicas palabras que le dijo antes de que abandonara la casa fueron: “A mí me obedeció, padre. Levántate y anda, Venus. Eso le dije”.
Y señaló a su criada.
2 comentarios:
... y Pigmalión se volvió loco...
Pero qué buenísimos relatos...
Estoy de acuerdo con C.O.V., aunque el hecho de que recuerde tanto el mito de Pigmalión le resta imprevisibilidad.
Pero te lo paso porque sé que no sabías nada -o no lo acordabas- de dicho mito cuando lo escribiste ;)
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