(Semana 10 de noviembre)
Marinera
Ahora sólo se alimenta de ricachones, la muy víbora. Los atrae cuando sus yates bordean el islote, seducidos por la fragancia de las flores y el runrún delicioso de su canto. Qué hombre no se lanzaría al agua al ver a esa belleza nadando desnuda, la piel cremosa, sus cabellos reluciendo al sol como oro líquido. La cola de tiburón no la descubren hasta que es demasiado tarde, el último braceo, un alarido y un rastro púrpura es todo lo que queda de ellos. Bueno, eso y los yates, claro. Ya tengo tres. Y luego dicen que la pesca es un deporte inútil.(Semana 17 de noviembre)
Dudas
Mientras me abalanzo sobre ella, los recuerdos cruzan mi mente como una película demencial. El día que mis padres la trajeron a casa, pequeña y temblorosa, recién nacida. La primera vez que la sujeté entre mis brazos para darle el biberón. Aquellas tardes de primavera que bajábamos al valle y ella se escondía entre los arbustos, juguetona, buscando setas y desoyendo mi llamada. Ahora sus ojos oscuros se pierden en los míos mientras aprieto el cuchillo contra su cuello. El resto de la familia aguarda expectante el siguiente movimiento. Mi mano flaquea. El abuelo murmura: "Sabía que no sería capaz de matar a la cerda".