
Tal vez no lo viste, pero él a ti sí. De hecho, te estaba esperando.
Seguro que al abrir un armario y dejar dentro tu ropa, él estaba detrás de la puerta, observándote. Seguro que sonreía con su boca descarnada de payaso cruel. Enseñando sus dientes retorcidos. Seguro que sus pupilas verdes te escrutaron sin que tú te dieras cuenta, mientras silbabas una cancioncilla e ibas ordenando tus camisas por colores.
¿Qué estará pensando el Grim? ¿Qué planes tendrá para ti? Quién sabe.
Tú, mientras tanto, te felicitas por la suerte que has tenido al encontrar este piso tan estupendo. No te preguntas a dónde se fue el anterior inquilino, o si de verdad se fue a alguna parte. Nada te hace sospechar que le ocurriera algo malo. No hay una silueta dibujada con tiza en el suelo, ni manchas de sangre en las paredes. Puede que simplemente desapareciera. Aunque en los dientes del Grim aún quedan restos de algo parecido a carne cruda. Sonríe tanto que es imposible no verlos.
Lentamente, sus manos mugrientas y huesudas aparecen en el borde del armario, agarran la puerta con fuerza y la apartan, para verte mejor. Tú no notas esas pupilas verdes que se te clavan y que lo seguirán haciendo durante días, semanas e incluso meses. Seguirás con tu rutina, comerás, entrarás, saldrás. Puede que alguna noche el Grim se arrastre hasta tu cama mientras duermes y acerque su espantoso rostro al tuyo para olisquearte bien. En ese momento, más te vale no despertar, porque a esa distancia es imposible no verlo, y eso significa la muerte.
Pero no te preocupes, seguro que tu sueño es profundo y pesado. No tiene por qué ocurrirte nada. Haz tu vida normal y, sobre todo, mientras vivas con el Grim, procura resultarle interesante. Asegúrate de que se divierta mientras te observa. No dejes que se aburra de ti o múdate antes de que eso ocurra. De lo contrario, llegará el día en que el Grim decida dejarse ver para hablar contigo. Para pedirte que te vayas. Y eso no te gustará. Imagínate la escena: abres la puerta de tu casa para salir a la escalera y, antes de encender la luz del descansillo, ante ti ves una figura quieta, observándote fijamente, sin moverse. Entonces, cuando tus ojos se adaptan a la luz, ves sus pupilas verdes y tímidas, su sonrisa de payaso cruel, sus dientes afilados y retorcidos. Ves la locura pintada en su rostro. Y tu primer impulso será cerrar la puerta de golpe.
Pero él es más rápido que tú. Por eso normalmente no lo ves.
Y no puede soportar el rechazo... ¿entiendes?