Espía

Todos los días sube al tren en Sol para ir a la universidad. Tiene el pelo rubio y masca chicle de menta. Le gusta viajar junto a la ventana y yo le guardo el asiento con mi maletín vacío, que retiro segundos antes de que suba. No me reconoce. De pequeña, Ana la traía a casa algunas veces, aunque prefería no mezclar a su hija en sus líos extramaritales. Después, cuando el rostro brutal de su marido acompañó la noticia de su muerte en los periódicos, entendí tarde por qué. Durante el trayecto la espío con disimulo, preguntándome si será feliz. Ha heredado mis ojos.

2 comentarios:

jscrls dijo...

¡Caramba! Pues... que pena más grande. Me ha dejado hecho polvo el relato. Espero no salir tan magullado otro día.
Saludos o besos, lo que prefieras.

Anónimo dijo...

Un relato precioso, pero terrible. Debería decirle a la chica que su padre no es el salvaje que mató a su madre.

No puedo evitar continuar el relato, soy un sentimental.

Saludos.