El guía

Se llamaba “doctor Martín Rehak”, pero, cuando lo pronunció a la manera checa, lo que oímos fue una maraña tan confusa de vocales fugaces y haches aspiradas que aceptamos sin dudar su propuesta de llamarle Patricio durante el resto del viaje. El primer día nos contó que en su juventud había sido medallista en las olimpiadas de Estocolmo, concretamente en la modalidad de triple salto. Y mientras nos relataba su posterior lesión de cadera, una señora de pelo oxigenado y escote generoso dibujó con sus labios rojo pasión una O perfecta, que no se movió hasta que Patricio terminó de resumir su periplo como agregado cultural en las embajadas de Nicaragua, México y Venezuela. “Aunke, como io digo, todo eso susedió nel tiempo de los brantosaurios”, dijo al acabar, y todos nos reímos.

Creo que fue entonces cuando empezamos a cogerle cariño. Al principio no fue nada peculiar. Comentábamos “qué pena que con una carrera tan brillante ahora tenga que ganarse la vida como guía, y tan mayor”. Así que durante las visitas le escuchábamos con respetuosa atención y, en lugar de meterle prisa, procurábamos adaptarnos a su andar renqueante. Pronto las señoras empezaron a hacerse eco de la amabilidad de Patricio, de su discreción, de aquella melancolía muda y tierna que parecía esconderse detrás de sus exquisitos modales.
En nuestras incursiones a la ciudad vieja no nos separábamos de él, y nos movíamos a su alrededor como un rebaño de ovejitas obedientes con cámara. A veces nos señalaba un edificio hermoso a punto de desmoronarse por la falta de financiación y nos contaba que ver aquello le causaba mucho dolor en su corazón. Entonces todos pensábamos “Ooooh” y nos apelotonábamos más en torno a él para consolarle.

Cuando llegamos a Karlovy Vary, ya nos hacíamos fotos con Patricio, le invitábamos a cervezas y le obligábamos a compartir mesa con nosotros en los restaurantes para que no comiera solo. Durante la visita a Cèsky Krumlov, los hombres del grupo decidieron hacer una colecta para darle una propina generosa al final del viaje y la señora del pintalabios rojo le regaló un jersey tricotado por ella. En Passau, las madres empezaron a preocuparse de si nuestro guía tendría familia y de si su trabajo le daría para sobrevivir. La simple visión de un Patricio viejito y solo viviendo en una casita miserable nos provocó tanta inquietud que desplegamos una red de informadores dispuestos a descubrir la verdad.

Así que mi hermana y yo le preguntamos sobre sus inicios como guía mientras recorríamos los pasillos del palacio de Hluboká. Mi madre le pidió información sobre la calidad de vida en la República checa durante un viaje en autobús. Y mi padre levantó la vista del mapa con cara de susto y nos preguntó si estábamos locas el día que aventuramos la posibilidad de adoptar a Patricio como abuelo postizo si al final resultaba estar solo en el mundo. De haberlo intentado, probablemente habríamos tenido que disputarnos su custodia con el resto del grupo, pero, afortunadamente, la señora del pintalabios rojo descubrió que tenía mujer y un hijo tras someterle a un sutil interrogatorio en una tienda de vinos de Moravia.

Nos costó mucho decir adiós a Praga, pero fue mucho más duro despedirnos de Patricio en el hotel y dejarle en compañía de otro enjambre de turistas. “Seguro que no sabrán valorarlo como nosotros”, afirmó con convicción la señora del pintalabios rojo. Y los demás asentimos con la cabeza, viéndolo alejarse.

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(Bueno, y con esto termino la serie de aventuras en Praga, que ya me vale ;-)

5 comentarios:

Ligia dijo...

Me han gustado tus aventuras en Praga, espero ir algún día. Este verano yo fui a la parte sur de Alemania y tuvimos una guía que me recordó a Patricio (hasta nos cantó una canción en alemán).
Un saludo. Ligia

Mini Friki dijo...

Praga es una autentica ciudad de ensueño y fantasía. Propicia toda ella para los cuentos.

Por cierto y no me lo tomes a mal, pro me parece que una de las cualidades de Patricio, debido quizás a su dilatada vida y larga experiencia, es que es muy listo.

Si, seguro que los demás grupos no saben valorarlo ni le darán una buena propina. Seguro que a ellos no les cuenta su vida.

Eva dijo...

Bueno, en realidad he exagerado bastante la historia para hacerla más interesante y he incorporado elementos de ficción, como en todas las demás crónicas de Praga. Nuestra Patricioadicción no fue tan exagerada aunque sí que le cogimos bastante cariño (y es verdad que era medallista olímpico).
Lo que no he contado es que en Karlovy vary nos cruzamos con otro grupo de españoles que le conocían y por poco nos lo secuestran. Querían que les volviese a guiar él. Porque no insistieron mucho, que si no, hay tortas ;-)

Anónimo dijo...

Evita, ya sabes que me encantan tus relatos, y sobre todo este de Patricio...

Sniff sniff, le echo de menos....

Besos de tu hermanita

No t preocupes que te escribire mucho emails desde alla y m acordare de ti y m cuidare. Besosssss!!!!

Anónimo dijo...

¡Me encantó tu blog! (y mira que de blogs está llena la blogósfera...)
Ya lo marqué. Estaré visitando.

¡Quién tuviera tiempo para leer y leer y espiar y leer y espiar y espiar y leer!

Muy bueno.
Saludos desde Montevideo